Trek to Yomi no es solo un videojuego más de samuráis; es, ante todo, un cautivador homenaje jugable a la época dorada del cine chambara de los años 50 y 60, ese género que ha marcado a generaciones más allá de las fronteras de Japón. Si bien títulos recientes como Ghost of Tsushima o Sekiro: Shadows Die Twice han vuelto a poner el foco en la figura del guerrero japonés, la propuesta de Flying Wild Hog da un paso más, centrando su principal atractivo en emular el estilo visual único de la filmografía de maestros como Akira Kurosawa.
El resultado es un juego que, a pesar de sus aspectos mejorables, me ha dejado realmente encantado. Ya lo había jugado hace años en su versión para Xbox, pero he querido hacerle de nuevo una visita y darle un análisis como se merece. Ya de paso, quizá me curre alguna guía para sacarle el 100% al juego.
La tragedia de Hiroki y la fuerza de la narrativa
En el corazón de la historia se encuentra Hiroki, un joven samurái que debe lidiar con el devastador peso de sus decisiones. La trama se articula como un relato crudo y cargado de violencia, muy al estilo de los argumentos del cine que referencia. El deber, el amor y la lealtad componen una tríada a menudo incompatible, sirviendo de motor principal a la aventura.
La narrativa no teme inmiscuirse en elementos fantásticos que liberan al juego del realismo más estricto, permitiendo explorar nuevas fórmulas narrativas. Aunque su duración es concisa (no más de 5 horas en una primera vuelta), el juego incentiva la rejugabilidad al ofrecer al jugador la posibilidad de tomar decisiones clave que marcan distintos caminos en la aventura. Además, la exploración es recompensada con coleccionables que ofrecen datos fascinantes sobre el folclore y la cultura japonesa, enriqueciendo el trasfondo de la historia y desvelando detalles del pasado de nuestro protagonista.
Combate Sencillo, pero con matices
El sistema de juego, aunque funcional, se sitúa un escalón por debajo del magistral apartado narrativo y visual. La katana es la gran protagonista, y el manejo inicial es muy sencillo: ataques ligeros, pesados y, sobre todo, bloqueos a tiempo (parry). Este último es fundamental y se facilita con una ventana de ejecución muy amplia, algo que los jugadores menos experimentados agradecerán, ya que el parry bien ejecutado ralentiza el tiempo y abre la puerta al contraataque.
A medida que avanzamos, se desbloquean nuevas combinaciones y movimientos que dotan de espectacularidad a los duelos. Sin embargo, aquí encontramos el principal punto débil: Trek to Yomi no invita al jugador a explotar todas las posibilidades de su kit de movimientos. La mayoría de los enemigos y, de forma aún más notoria, los jefes finales, carecen de mecánicas complejas que obliguen a usar un abanico de golpes creativos.
Otro factor que desequilibra la balanza es el uso, en ocasiones excesivo, de las tres armas a distancia (shurikens, arco y arcabuz). Si se localizan las mejoras de munición, estas pueden volverse tan potentes que rompen por completo la proguridad del enfrentamiento. El mismo problema lo encontramos en las mejoras de salud y resistencia, ligadas a la exploración, que pueden llegar a convertir a Hiroki en un personaje prácticamente indestructible.
Para quienes busquen un desafío real (ya que ni siquiera el modo difícil lo ofrece), el juego desbloquea un modo ‘one hit’ tras la primera vuelta, donde tanto Hiroki como los enemigos mueren de un solo golpe. Esto, sin duda, es la mejor opción para rejugarlo. También se han integrado sencillos puzles de alineación de kanjis que añaden variedad, aunque no suponen un desafío memorable.
Un Espectáculo visual inolvidable
Si hay un aspecto por el que Trek to Yomi trascenderá, es el audiovisual. Este título es un firme candidato a ser recordado como una obra de culto. Cada escena es un espectáculo único y preciosista.
El juego se presenta completamente en blanco y negro, logrando una inmersión total en el chambara clásico. Cada pantalla se siente diseñada con un mimo exquisito, haciendo uso de ángulos de cámara fija que recuerdan poderosamente a la composición de planos cinematográficos. Este nivel de detalle se extiende a las animaciones de los personajes, que utilizan una sutil animación por volumen que, combinada con un cuidado juego de luces, otorga un aspecto realista que encaja a la perfección con la atmósfera.
El apartado sonoro no se queda atrás: la banda sonora es sobresaliente, utilizando instrumentos del Japón feudal. La decisión de mantener las voces únicamente en japonés (con textos en castellano) le confiere, además, una personalidad única.
¿Merece la pena jugarlo?
Antes de que sigas leyendo mi tostón, la respuesta es «ABSOLUTAMENTE SI», debes jugarlo. Trek to Yomi es uno de esos títulos que se recordarán. Su propuesta artística es inigualable, elevándolo a la categoría de videojuego que trasciende por su estética y diseño. Lamentablemente, el apartado jugable queda un punto por debajo del resto de la obra, impidiéndole alcanzar la excelencia.
Sin embargo, su relativa sencillez en combate lo convierte en una experiencia apta para todos los públicos. A pesar de sus ‘peros’ jugables, es un título altamente recomendado por su inolvidable viaje visual y narrativo.